10/3/09

MOVER LA VERDAD

La verdad por sí sola se muere si no se usa. Y se convierte en un espectro aún más maléfico que la propia mentira si no se ventea. La mentira sale de la boca de una persona y podemos atajarla si logramos hacer rectificar a quien la dijo, o incluso demostrar todo lo contrario. También entra en juego la credibilidad del mentiroso y por ahí tenemos un margen para desenmascáralo. La filología nos permite levantar el acta notarial del comportamiento humano. Si buscamos en el arsenal de la gramática, parece ser que el humano hablante miente más que dice la verdad. Por mucho que busquemos no encontramos un verbo opuesto al verbo mentir, de la misma forma que no hallamos un calificativo sustantivado contrario al de mentiroso. Que yo sepa " verdadear" no existe como verbo. Y "verdadoso" no califica a quien de manera continua dice la verdad. Solo encontramos “veraz”, para quien de manera muy puntual así se expresa. La humanidad se halla en el camino evolutivo, cuyo alfa fue la animalidad y cuyo omega será “vivir en verdad”. Sé que resta camino, colectivo y personal, pero alcanzamos cotas con el empeño diario. La Verdad si no se pregona, difunde y proclama queda oculta y no sirve para nada. Por eso escribo siempre Verdad con mayúscula. De esta forma recalco al otro y me hago recordar a mi mismo, que la Verdad es un bien altísimo. Tan alto que es la característica mayor del “Absolutamente Bueno”. Conocer la Verdad no es bastante. Personalmente me gusta decir que “la Verdad hay que moverla”, transmitirla, comentarla, degustarla e incluso proclamarla. Esta es la palabra. ¡Proclamar la Verdad! Cuando proclamamos la Verdad de las personas y de los hechos cotidianos por duros que sean, hacemos libre a quienes fueron heridos por la mentira, a la vez que nos hacemos libres –que es el gozar sin solución de continuidad-. Esto es: algo mejor que la tan traída y llevada vida eterna. Sé de quienes se han convertido en proclamadores oficiales de “su palabra”, no de la Palabra, no de la Verdad. Pero estos son eunucos. Eunucos no por el Reino, sino por el sueldo y la limosna del comprador de la imposible parcela del cielo post-constantiniano.
!Vade retro!