25/8/09

TELESCOPIO DE GALILEO: 400 AÑOS DE VIDA

El 25 de Agosto de 1610, Galileo Galilei puso punto final a sus trabajos sobre lentes. Para entendernos: descubrió lo que hoy viene en llamarse telescopio, ese instrumento óptico que nos posibilita la observación de las cosas lejanas. Sin él, los astrónomos estarían aún en la fase de conjeturas medievales y el entendimiento del universo no se hubiera dado.
Cuando mostró su obra por primera vez en Venecia, pudo acercar la vista de la localidad de Murano - a tres kilómetros- a menos de trescientos metros. La autoridades y el pueblo de la República quedaron admirados, pero Galileo nunca imaginó los sufrimientos que le harían padecer los jerifaltes de la Iglesia Romana y su órgano de terror, la Inquisición.
Desde entonces, Papas, Obispos e Inquisidores lo persiguieron por el simple hecho de corroborar -mediante el uso del telescopio-, que el sol no era una esfera perfecta, que varios planetas tenían montículos y que el orden planetario era como afirmaba Copérnico: El sol como centro y no la tierra. Copernico y su descubrimiento fueron condenados de inmediato por la sabia Iglesia Católica. Ahora con Galileo, estaban dispuestos a repetir el caso. Eran los últimos recursos de la secta dirigente de Roma y comenzaron a disuadirlo suavemente.
Como no era posible hacerlo mentir, Galileo fue invitado por un tal Barberini - conocido más tarde como Urbano VIII-, al Colegio Pontificio para que llevara su telescopio y mostrarlo a la degradada aristocracia pontificia que compraba, vendía y delinquía para detentar el poder principesco-cardenalicio. Querían que se desdijera y no propagase que la doctrina de Copernico ya estaba corroborada con la evidencia científica.
Galileo se mantuvo en la verdad. No cedió. Y el malvado Belarmino, cardenal de Roma, lo mandó a la Inquisición, quien en nombre de Dios y del Evangelio - que núnca cumplían - lo hicieron prisionero, siendo obligado bajo torturas a abjurar. Ya anciano lo consiguieron y nada más firmar, dijo Galileo: “pero se mueve”. La frase aún la recordamos hoy.
Casualmente las palabras telescopio y obispo o episcopo comparten raíces griegas y cercanas. La primera es τῆλε “lejos” y σκοπέω “ver”. La segunda, es Επί “superior” y también σκοπέω “ver”. De esta guisa, el obispo -o episcopio- es el “veedor superior”. Y el telescopio es “el que ve de lejos”. Fue el triunfo del episcopio sobre el telescopio.
Con esta disección etimológica, podemos comprender mejor las jactancias de estos hombres-episcopios, que andaban - y andan - por la vida vestidos de colorado, gorro babilónico en la testa, oropéndolas por el cuello y báculo de orfebrería en mano, definiéndose ellos mismos como episcopios. Esto es: controladores de la nada, condonantes del pecado original y condenantes de todo lo que no sea sisable.
Y es que no hay mayor garantía de estar en la verdad que estar condenado, - otrora por la Inquisición, ora por la inquina de un artista de tres al cuarto, que dice ser Veedor Superior -. Éstos, se levantan de maitines se visten de torero y guarnecidos en las tablas, asisten a la corrida benéfica siempre acompañados de una cuadrilla de maletillas, alguacilillos, mozos de espada y cintura, picadores y aspirantes al desorden. Tiernos todos de carácter, coleta en mano y célibes por decreto.
Si pudiésemos hablar con Copérnico o mismamente con Galileo, oiríamos sus tormentos, condenas y torturas infladas por esa pléyade rojinegra amparada en la infame Inquisición.
En otro momento hablaremos de los epidídimos, epidémias y epidiáscopos. De los episcopantes de conventos y también de los de arcabuces, caza y bodegas. De los rectores y torcedores. De los monómios, monóculos, diáconos y diálisis. De las curas con sanguijuelas y las operaciones de próstata. De los beneficiados, los canónigos y de las flores de Mayo. De los patriarcas y las matrioskas.
Todo un elenco donde la realidad supera la ficción. ! Increíble, pero cierto !